31 julio 2010

Arenas

Un tiempo alejado de este medio, ya extrañaba estar aquí, pues bien hoy les traigo lo que es mi segunda incursión en la narrativa, este texto tiene ya su tiempo y de hecho nació casi en paralelo con la que es mi primera incursión en narrativa, lo siguiente los inicios de la historia, espero sea de su agrado este pequeño tentempié


----------------------------ARENAS----------------------------

Se escucha rugiente la tormenta, la noche, mas clara que el día por los rayos que cortaban su falta de quietud, cada instante era una agonía, una daga atravesando desde la espalda la ultima fibra de la esencia de un ser, un cuerpo que jamas vería o se creería ver libre como la arena sobre el viento.


La noche es densa, aunque la luna brilla a momentos, no era suficiente como para poder iluminar una esperanza. A un lado se encontraba el gran río, el Bajok-darek, era tranquilo, tan sumiso como un ciervo, pero impredecible y espontáneo como la llama que alimenta el frío campamento del nómada; al otro lado la larga pradera de arena, el desierto y su oscuro semblante, siempre misterioso, siempre atrayente y aunque amable es a la vez mortífero.

Corría ya avanzado el tiempo, este que nada olvida y aunque tardío cobra con creces las acciones que en su reloj guarda para al final vernos presos de estas, el tiempo no era mi aliado, una rugiente tormenta se avecinaba y mis compañeros, el Bajok-darek y el desierto no eran buenos vecinos en situaciones como estas. Es curioso como un simple giro del reloj puede convertir el dorado de la sangre en un manto de avernos y fría desesperanza.

Mas siento sus pasos detrás de mi, no puedo detenerme, si lo hago caeré y lo poco que queda de destino en el cual soñar, será convertido en polvo, polvo para este desierto, mas no aunque cruenta, esta tormenta es mi salvación, tan fiera pero a la vez entre sus rayos se esconde una esperanza, el mantenerla a mis espaldas es la única salida, mi escape.

El Bajok-darek, que sutil me resultaban sus aguas, su tenue corriente, recuerdo en mi niñez y juventud mis fugas matutinas a las orillas de este río, allí conocí a muchas personas, pescadores, alfareros, comerciantes, en una margen especifica del río siempre se reunían las personas a llevar, desde la salida del sol hasta el ocaso, las labores con las cuales vivían, algunas de esas personas se dedicaban a escuchar las lineas de la vida, a descubrir y adivinar el destino que las arenas susurraban al viajar en el viento, mas quien me diría que las palabras de uno de esos adivinos serian tan acertadas, tan fatídicas. Recuerdo que se llamaba Farel, Farel-Sadir; según cuentan siempre se dedico a adivino, nunca escuche sobre si eran sus predicciones acertadas o no, pero desearía nunca haber conocido o escuchado sus palabras, era alto y delgado aunque su edad y por el golpe de la vida me acuerdo que siempre andaba encorvado, ocultando su altivez; era ciego, con los párpados siempre cerrados, al parecer una cicatriz de una quemadura en sus ojos le sellaron los párpados, dejando negra la piel de estos, su cabellera era mixta entre cabellos grises, blancos y negros, eran largos y desordenados, aunque siempre llevaba un turbante azul oscuro y rojo vino; en su rostro caía una barba igual de mixta que los cabellos. Al principio me resulto atemorizarte, pero poco a poco descubrí que era otro hilo mas en esta tela que es la vida, que vivía de sus predicciones y, no se por que razón, parecía que al mismo tiempo estas predicciones le hirieren acortando su vida.
El día que lo conocí, andaba en una de mis conocidas fugas matutinas de mi hogar, al correr por las margenes del río, me desvié entrando en el mercado y tropecé por accidente con él en una esquina, el día no se encontraba tan soleado como siempre, aunque el cielo estaba despejado con pocas nubes en realidad, el brillo del sol era triste, opaco, como la llama de una vela extinguiéndose, mas no le preste atención a esos detalles, nunca prestaba atención a lo que me rodeaba; me encontré con el, de golpe literalmente, en mi fuga choque con él, cayendo yo al suelo, al ver con quien en descuido impertinente me tropecé, quede asombrado de que figura tan delgada y aparentemente débil se haya mantenido en pie a pesar de lo fuerte del golpe, -no soy tan débil como luzco jovencito- me dijo expresándose como leyendo mis pensamientos, - Co..como supo lo que pensaba- le dije, asombrado del extraño anciano, -por que no es la primera vez que me pasa, ustedes niños, tan atolondrados y distraídos no prestan atención a sus propios pasos y por ello sabia que pensabas eso-
me extrañó desde un inicio su forma de hablar, tenían sus palabras un tono de tranquilidad, pero a la vez me resultaban cortante, no por lo que me decía, si no mas bien por su voz, que me resulto escalofriante, mas no se por que, pues resultaba ser una voz normal
-Levantate muchacho, que la vía no es para que te sientes a pensar, ja ja- en ese instante extendió su mano y me ayudo a incorporarme, y si era mas fuerte de lo que aparentaba, - gracias- le dije -y disculpe mi torpeza-, así me retiré, no sin sentir una extraña curiosidad por quien era ese anciano.