Caminos de grises cenizas
Que cubren cual manto
Los pasos en agonía
Tras la muerte en este sueño calmo.
Extensa fue su construcción,
Nota tras nota
Que en su mente azota
Como los reglones torcidos de un dios.
Poco a poco se mira
La tinta en los reglones desaparecer
Fantasma de un cálido amanecer
Que hoy frio silencio respira.
Y cayendo ante si están
Las sinfonías que eternas creyó
Serían su ópera magna,
su compañía y devoción.
Me perdí tras las notas del piano
que fueron reflejos claros
de mi fría vida
que no quiso ver al ángel que le guía.
Cual purgatorio siento el trayecto tras de mí
desolado, triste, frío y gris,
caminante descalzo cuyas huellas
no dejaron rastro que seguir en la oscura arena.
Me he buscado en nieblas de un sueño
tras los silencios de este cruel verso
para al final caer justo aquí
junto a la flor de hielo que murmura el tenue fin.
Escarchado el último aliento,
los últimos susurros clamados al viento,
canto que hoy olvida
dejando atrás aquellos ecos de vida.
Cuanto silencio guarda el ser
tras los miedos nacidos con los rayos al amanecer,
pues la noche es quien resguarda
las notas y verdades de la sinfonía en este pentagrama.
Y hoy me pregunto para que lo intenté,
en sus líneas infinito hacer ver
cada latido que nació,
una nota, una letra, un sentimiento hecho canción.
Una tras otra caen esas notas,
versos mudos que en mi ahogan
las esperanzas de un eterno pasado,
melodía de hielo de un tiempo añorado.
Me retiraré a mi santuario de silencio
Ahí junto a las voces que se pierden en su infierno
A merced del susurro frío
Que es balada dulce en este etéreo vacío.
Fue sinfonía a través del mar
Melodías de sueños, amor y sal,
Fue dulce latido del alma
Que hoy no son más que memorias agonizantes en el alba.
Muerte dio una a una a las notas
Que se compusieron en su honor y forma
De luto hoy las musas
Lloran las realidades difusas.
Y aún aquí se espera
El dulce roce entre el mar y la arena
Una última nota que reviva
De este sueño nuestra eterna sinfonía.