17 julio 2012

Extinción Astral

Aquí les dejo este pequeño texto (yo lo llamo un pequeño cuento) algo hecho probando dejar fluir las palabras espero les agrade:


“Rojo, el cielo que cubre
Estos empedrados riscos.”


Miró el cielo rojo, las nubes negras corrían como si el tiempo huyera de su propio fin.
Encerrado en la pequeña y vieja cabaña, el hombre yacía de rodillas en el suelo, como un títere sin quien manipule sus cuerdas, su mente lo mantenía consiente pero su cuerpo no respondía. Miraba como a través de un cilindro, como si se encontrara en una habitación lejana,  enclaustrado en un agujero.

Sintió el crujir de sus huesos, fuertemente sonaban cada uno, como si los quebraran, su cuerpo comenzó a moverse por decisión propia; sus manos se movían con fuerza y de un lado a otro, su torso iba y venía, como cuando el titiritero acomoda la posición de su muñeco.
Sus manos comenzaron a tornarse nudosas y sus dedos alargados crujían con cada movimiento incongruente,  para verlas convertidas en algo que asemejaban zarpas y de cada dedo, uñas filosas como garras crecían enormes.

Las manos subieron a su rostro, temblando, crujiendo,  dislocándose y volviendo  a su posición cada dedo, llenando de miedo su mente, su ser que se hallaba encerrado.
Se colocaron sus manos frente a su cara, las uñas como garras amenazaban moviéndose sin descanso y sin imaginarse lo que vendría, sus manos ya no tan suyas clavaron esas garras en su rostro con furia incontrolable.

Su cuerpo ya no era suyo, no sintió dolor en el momento y eso se lo confirmó, no sabía lo que pasaba solo veía como su cuerpo luchaba por arrancar algo de sí, como sus manos trataban de sacar algo de sus adentros. Y miró como esos dedos, esas uñas, esas garras se acercaban a su claustro y lo tomaban del rostro, jalándolo, arrastrándolo hacia el exterior, y ahí comenzó el dolor.
Sentía un dolor punzante, como si clavaran cuchillos en todo su cuerpo, ¿Pero que cuerpo?, pensó tratando de gritar, pero no había manera, su voz, su tacto no había reacción en sus sentidos, solo su mente existía ahí, y ahora su propio cuerpo lo estaba sacando de “si mismo”, en un momento pensó que todo era una pesadilla, pero el dolor era mas y mas insoportable.

Pudo verse a si mismo, sus manos ya habían sacado parte de su alma al exterior de su cuerpo. Si, su alma, su conciencia, ese sentido que gobierna a los otros ya era casi en totalidad arrancada de su carne. Sintió arder su cuerpo, esa forma que ahora asemejaba su antiguo cuerpo, fantasma de lo que fue ahora ardiendo en un dolor que como el tiempo corría y lo devoraba.

Luchó por regresar por conservar su cuerpo, pero este con furia desenfrenada lo sacó totalmente y lo lanzó lejos hasta el otro lado de la habitación y allí cayó herido, ardiendo, sufriendo.
Lentamente se levantó el alma, el espíritu agonizante, solo para verse frente a frente con lo que creyó su cuerpo,  ahora nudoso, moviéndose como la marioneta que parecía.

El cuerpo levantó su mano, crujiendo, temblando, apuntando con su dedo volvía a mirar el espíritu frente a él, sus ojos totalmente blancos transmitían furia y abriendo su boca un aullido bestial llegó hasta la conciencia del alma, cadenas surgieron del suelo atando al espíritu, cadenas mezcladas entre negro y plata, cadenas reales atando un fantasma. El alma miró aterrada su ser físico, la ventana a las espaldas del cuerpo mostraban el rojo del cielo y las nubes negras haciendo ver al ente físico frente a él mas infernal de lo que ya era, humo salía de la boca del cuerpo y el aullido seguía yendo y viniendo en su conciencia.

El techo de la cabaña se abrió, y las nubes que ahora se movían en espiral, en el centro una montaña llena de riscos y empedrados de cabeza atraía las nubes hacia si y como las aguas en un remolino se lanzaron sobre el alma tomándola y arrastrándola a el empedrado infernal haciéndola desaparecer.

El cuerpo se incorporó y dirigió sus pasos hacia la puerta, abriéndola y saliendo de la cabaña se escucho salir de sus humeantes fauces:  -“ Al fin libre” - y dirigiendo su andar hacia la ciudad, desapareció.  

13 julio 2012

Lucidez del alma

Largo ha sido el lapso de tiempo sin escribir versos, estoy fuera de practica pero aquí les dejo este hecho golpeado por los fríos de mi pueblo natal.
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No construyo
ni sueños, ni esperanzas, 
ni cantos, ni augurios,
sobre las torres que apuntan al alba. 


De cristal son las bases
que mesen tus ideales
arrullándolas,
encadenándolas.


Del ayer no queda nada,
solo la furia,
del mañana no espero nada,
solo caminar sin las cenizas de las iras pasadas.


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