30 septiembre 2012

Extinción Astral [2.0]

Les dejo aquí de nuevo este cuento parte de mi cuentario (en desarrollo) "Los hijos del mal" , en esencia el mismo, simplemente se le hicieron unos cambios con respecto al borrador inicial y si fuera necesario se retomarán los cambios para el mismo

“Rojo, el cielo que cubre
Estos empedrados riscos.”


Miró el cielo rojo, las nubes negras corrían como si el tiempo huyera de su propio fin.

Encerrado en la pequeña y vieja cabaña, el hombre yacía de rodillas en el suelo, era  un títere sin quien manipulara sus cuerdas, su mente lo mantenía consiente pero su cuerpo no respondía. Miraba como a través de un cilindro, allí, cual si se encontrara en una habitación lejana,  enclaustrado en un agujero.

Sintió el crujir de sus huesos, fuertemente sonaban, el romper estruendoso de cada uno de ellos. Su cuerpo comenzó a moverse por decisión propia; sus manos se movían con fuerza y de un lado a otro, su torso iba y venía, como cuando el titiritero acomoda la posición de su muñeco.

Sus manos comenzaron a tornarse nudosas y sus dedos alargados crujían con cada movimiento incongruente,  para verlas convertidas en zarpas, en nudosas y pequeñas lanzas, y de cada dedo, uñas filosas crecían enormes, navajas hambrientas de carne.

Las manos subieron a su rostro, temblando, crujiendo, cada dedo se dislocaba y volvía  a su posición original, llenando de miedo su mente, su ser que se hallaba encerrado.
Se colocaron sus manos frente a su cara, las uñas ahora garras amenazaban moviéndose sin descanso y sin imaginarse lo que vendría, sus manos ya no tan suyas clavaron esas afiladas garras en su rostro con furia incontrolable.

Su cuerpo ya no era suyo, no sintió dolor en el momento y eso se lo confirmó, no sabía lo que pasaba solo veía a su cuerpo luchar por arrancar algo de sí, como sus manos trataban de sacar algo de sus adentros. Y miró esos dedos, esas uñas, esas garras acercándose a su claustro para tomarlo del rostro, jalarlo, arrastrarlo hacia el exterior, y ahí comenzó el dolor.

Sentía un dolor punzante, como si clavaran cuchillos en todo su cuerpo, ¿Pero que cuerpo?, pensó tratando de gritar, pero no había manera, su voz, su tacto no había reacción en sus sentidos, solo su mente existía ahí, y ahora su propio cuerpo lo estaba sacando de “si mismo”, en un momento pensó que todo era una pesadilla, pero el dolor era más y más insoportable.

Pudo verse a si mismo, sus manos ya habían sacado parte de su alma al exterior de su cuerpo. Si, su alma, su conciencia, ese sentido que gobierna a los otros ya era casi en totalidad arrancada de su carne. Sintió arder su cuerpo, esa forma que ahora asemejaba su antiguo cuerpo, fantasma de lo que fue ahora ardiendo en un dolor que como el tiempo corría y lo devoraba.

Luchó por regresar por conservar su cuerpo, pero este con furia desenfrenada lo sacó totalmente y lo lanzó lejos hasta el otro lado de la habitación y allí cayó herido, ardiendo, sufriendo.
Lentamente se levantó el alma, el espíritu agonizante, solo para verse frente a frente con lo que creyó su cuerpo,  ahora nudoso, moviéndose como la marioneta que parecía.

El cuerpo levantó su mano, crujiendo, temblando, apuntando con su dedo volvía a mirar el espíritu frente a él, sus ojos totalmente blancos transmitían furia y abriendo su boca un aullido bestial llegó hasta la conciencia del alma, cadenas surgieron del suelo atando al espíritu, cadenas mezcladas entre negro y plata, cadenas reales atando un fantasma. El alma miró aterrada su ser físico, la ventana a las espaldas del cuerpo mostraban el rojo del cielo y las nubes negras haciendo ver al ente físico frente a él más infernal de lo que ya era, humo salía de la boca del cuerpo y el aullido seguía yendo y viniendo en su conciencia.

El techo de la cabaña se abrió, y las nubes que ahora se movían en espiral, en el centro una montaña llena de riscos y empedrados de cabeza, atraían las nubes hacia si y como las aguas en un remolino se lanzaron sobre el alma tomándola y arrastrándola a el empedrado infernal haciéndola desaparecer.

El cuerpo se incorporó y dirigió sus pasos hacia la puerta, abriéndola y saliendo de la cabaña se escucho salir de sus humeantes fauces:  -“ Al fin libre” - y dirigiendo su andar hacia la ciudad, desapareció.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Tiene pensado publicar???

Mauro "Flamehowl" dijo...

Mas adelante si me es posible si