No son los fantasmas del ático,
cada golpe que azota
las líneas que cobra en cada segundo
la poca cordura
que tu alma abraza sola.
Salvaje se alza el fuego
que más y más veloz alcanza
a rodear la mente y los gritos
que fracturan el cristal del alma,
que rompe el hilo delgado
del tiempo la calma.
-Somos las leyendas de tus libros,
la legión que convocó la antigua madre-
y rompieron esas palabras,
el repetir de la voz
vieja y cansada
de la mujer tras él,
de la sombra a sus espaldas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario